La primera química nuclear de nuestro país. Por Marta Maffei La conocí mientras en CTERA trabajábamos la formación docente. Nos acercó una mirada apasionada sobre la democratización del conocimiento como herramienta clave en la construcción de una ciencia y una tecnología al servicio de las necesidades populares. Defendía la descolonización, la soberanía, la descontaminación del conocimiento y por eso sostenía que el esfuerzo de nuestros científicos debía dirigirse a conocer, atender, investigar y comunicar las mejores soluciones a los problemas de nuestra América Latina. Los quería menos dependientes de los “papers” aplaudidos en el primer mundo y más solidariamente comprometidos con la construcción de saberes socialmente valiosos Fue discípula de Varsavsky, asesora de Sadosky, amiga de César Milstein y de Andrés Carrasco cuyas investigaciones sobre el daño genético causado por le glifosato, defendió ardientemente. Siempre sostuvo con su trabajo y esfuerzo la posibilidad de alcanzar una masa crítica suficiente para lograr una academia consustanciada con sus pueblos. Menuda, ágil, vivaz, con un particular sentido del humor, transmitía un discurso científico politizado, sin ingenuidad alguna y desnudando los intereses hegemónicos que ponen cortapisas, orientan el saber desde la selección del objeto investigado y simulan después objetividades, inexistentes, para esconder esos intereses particularmente económicos que, como decía, “te ponen el molde”. Demandaba un Estado comprometido con la construcción y divulgación del saber producido en Nuestra Academia. Sara, haberte conocido fue un honor. Solo deseo que tu ejemplo nos siga iluminando.

2017